Quienes me conocen saben que me gusta correr,
no soy ni mucho menos un atleta, solo corro por la satisfacción que me produce
y por qué ya creo que desarrollé el hábito así que hace rato dejó de ser un
sacrificio, también algunos por temas laborales saben que gusta la mejora
continua, ambas a pesar de ser disciplinas diferentes tienen bastantes cosas en
común por lo que quiero aprovechar este espacio para compartir una de esas
lecciones aprendidas que conectan ambas cosas.
El año pasado tuve la osadía de correr mi
primera maratón completa (42.195 KM) corrí en Medellín la maratón de las flores
y a pesar de la satisfacción de correrla el esfuerzo enorme me dejó sin ánimos de
volver a enfrentar un reto simular, termine en 4 horas 25 minutos y aunque
esperaba correrla en menos tiempo, completarla sin detenerme ya había sido un
logro memorable así que la satisfacción fue enorme, eso sí, por un tiempo
preferí hacer una pausa para descansar y recuperarme físicamente, el hecho es
que cuando quise retomar el entrenamiento la motivación no fue la misma, salir
a correr me costaba más y sufría con cortas distancias, finalmente ya había
alcanzado la meta de correr 42K y después de todo era más que suficiente, por eso al intentar
retomarlo no logré conectar de nuevo las razones para seguir corriendo así que
decidí hacer una reflexión personal para entender que pasaba.
En mejora continua siempre hemos oído que es más
fácil llegar que mantenerse y este caso no era la excepción, ya lo había logrado
y estaba satisfecho, tal como sucede en las empresas cuando se alcanza una
certificación o un premio después de meses de esfuerzos y auditorías, luego de
la celebración llega un merecido relax que se va postergando indefinidamente,
en mi caso el hábito me decía que debía seguir entrenando pero seguía faltando
la chispa, ¿Por qué es tan difícil mantener la inercia de los buenos
resultados?.
La realidad es que siempre había encontrado antes
muchas similitudes entre la mejora continua en las empresas y el hábito de
correr, en ambas es clave tener una recompensa por el resultado, un plan claro,
tener la disciplina, una manera de medir
el progreso, analizar las fallas o los errores, contar con apoyo externo en
ciertos momentos, aprender de otros y soportar algo de dolor durante el viaje,
todo eso tenía sentido entre ambas actividades pero nada de eso servía en ese
momento y continuaba sin salir del conformismo y la complacencia de haber
llegado pero no poder mantenerme.
En algún viaje entonces leí algo que me iluminó
un poco, un texto que decía “cuando pierdas la motivación de hacer algo
entonces recuerda porque decidiste hacerlo cuando comenzaste” esa idea regreso
a mí los recuerdos en que comencé a correr y reconocí de nuevo que el propósito
de correr no era competir ni ganar carreras, tampoco superar infinitas
distancias, la razón por la que comencé era mucho más simple y se conectaba con
algo más importante, mis ganas de tener una mejor salud, de vivir muchos años y
de sentirme vital, esa reflexión me devolvió el ánimo y mis entrenamientos
nuevamente tenían un sentido, en la empresas igualmente sostenerse luego de
obtener algún resultado positivo radica en recordar que los motivos por los que
vale la pena mejorar deben siempre estar conectados a algo superior, a la razón
del negocio, a la satisfacción de sus clientes, el desarrollo de las personas y
a la necesidad básica de sostenerlo rentable en el tiempo, no para satisfacer
el ente certificador de turno.
Ya recuperada mi motivación para correr que era
lo importante había que establecer un nuevo reto que es lo segundo más
importante, dicen que si uno no está mejorando está retrocediendo, así que me
inscribí a una nueva carrera un año después, la maratón de ciudad de México,
aquí el objetivo no era terminarla sino superar mi tiempo anterior, lo bueno de
los logros o fracasos pasados es que ya se conoce el camino y no se repiten los
errores así que ajusté mis entrenamientos y adapté un poco la técnica si quería
resultados distintos no podía seguir haciendo lo mismo.
El día de la carrera aunque me sentía preparado
decidí correr con una estrategia distinta y no estresarme mucho por el ritmo,
si me sentía bien pues ya iría ajustando el paso, así que durante la carrera
decidí disfrutar la ciudad, su arquitectura y su gente, observar los deportistas
y sus innumerables motivaciones para salir a correr, poco a poco sentir el
estímulo del público, la alegría y contagiosa experiencia de correr me dio un
entusiasmo enorme, no solo corría por las razones básicas de querer sentirme
saludable, o por el deseo de superar mi tiempo, corría por que era algo que
desde mi corazón disfrutaba hacer, cada persona que decía mi nombre me daba
ánimo porque a pesar de no conocerme y por alguna conexión extraña me deseaba
buen energía, no sé exactamente que fue, quienes corremos a veces no entendemos
las finas variables de un día malo y un día excelente pero es día sabía que el
impulso tenía que ver con el puro y natural deseo de correr, de disfrutar el
momento, de vivir una ciudad de otra manera así que terminé entrando a la meta en
el estadio olímpico de México al lado de otras 35.000 personas que concluyeron
la carrera (de 42.000 que comenzaron) y esta vez no solo sufrí menos el
recorrido del año anterior sino que además logré bajarle 15 minutos a mi tiempo
de Medellín, francamente no lo podría creer pero la razón era simple, las
motivaciones por las que superamos nuestro desempeño vienen del corazón no dé
la razón y esto aplica también para las empresas, solo cuando la mejora
continua se hace a través de su gente impactando sus motivaciones y disfrutando
el viaje es que se alcanzan los grandes resultados, llegas con el esfuerzo y la
razón, te mantienes y mejoras con la emoción, esa es la diferencia.
Hasta la proxima.